Rascaba sin mas herramientas que sus propias uñas...
muchos pensamos que era un roedor,
otros que un fantasma...
y así poco a poco, durante años.
Pero un buen día logró empujar algunos ladrillos,
fue entonces que lo conocimos:
El Hombrecillo Emparedado...
.
Nos quedamos esperando para ver si intentaba escapar
pero no, solo quería un poco de aire fresco,
pues había vivido entre dos muros durante 30 años,
comiendo ratones, cucarachas y sus propias heces...
lamiendo humedades..
no pidió nada...ni agua, ni una lámpara, ni un libro..
solo echó un vistazo y volvió a su reducido espacio, en paz..
no pidió mas.. sigue ahí,
es el Hombrecillo Emparedado...