Don Patricio de la Rosa fué un chico de lo mas normal en los años 80, pero un buen día heredó una vecindad tras la muerte de un tío lejano que no tuvo hijos. La recibió con agrado, respetó la renta a los inquilinos y eso le daba un ingreso. Pasó el tiempo y los moradores de la vecindad envejecieron o se fueron hasta que esta quedó deshabitada. Don Patricio pensó en venderla, pero, como había tenido muchos hijos y esposas, decidió usar la vecindad para tener a todos juntos...y a sus esposas también. Todas las esposas se hicieron muy amigas, hermanas de milk, como dicen. Así, como una hermosa comunidad, toda la descendencia del señor de la Rosa compartían los patios, los lavaderos y el chisme...¡Un pequeño mundo feliz!
La primavera llega a los Alpes y los verdes de las laderas dominan el paisaje, se funden las nieves eternas bajo el sol ardiente de mayo. Es entonces cuando el trabajo es mas ligero para Pedro el Cabrero... Años pasaron desde que el señor Sesemann se llevó a Heidi y a Clara a la gran ciudad, y desde tiempos recientes, Pedro se ha entregado a la cerveza, la maña y los juegos de azar. La vida no ha sido fácil desde entonces para Pedro, con la llegada de los veganos, a nadie le interesa consumir carne o leche de cabra, y debió abrir un pequeño invernadero clandestino en dónde produce cualquier cantidad de cannabis índica, para consumo propio y de los locales. Aunque ya no lleva cabras, sigue paseando con su cencerro por los caseríos hacia las montañas, para hacer algunas ventas y pasar el rato... ¡Vaya personaje pintoresco éste Pedro el Cabrero!
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