Don Patricio de la Rosa fué un chico de lo mas normal en los años 80, pero un buen día heredó una vecindad tras la muerte de un tío lejano que no tuvo hijos. La recibió con agrado, respetó la renta a los inquilinos y eso le daba un ingreso. Pasó el tiempo y los moradores de la vecindad envejecieron o se fueron hasta que esta quedó deshabitada. Don Patricio pensó en venderla, pero, como había tenido muchos hijos y esposas, decidió usar la vecindad para tener a todos juntos...y a sus esposas también. Todas las esposas se hicieron muy amigas, hermanas de milk, como dicen. Así, como una hermosa comunidad, toda la descendencia del señor de la Rosa compartían los patios, los lavaderos y el chisme...¡Un pequeño mundo feliz!
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